"Lo siento, Courtney. ¿Me perdonas?"
"No"
"Ha recibido una llamada del contacto *Jack Stevens* a las 9:15".
Suspiré. No quería hablar con Jack; bueno, a veces me moría de ganas, pero cuando llegaba al instituto y le veía, perdía todo deseo de conversación. Dios, estaba hecha un mar de dudas.
Sin embargo, él no parecía estar confundido en modo alguno.
-Courtney, deja que...-dijo, siguiéndome hasta la entrada del colegio.
Cuando llegamos a la puerta de entrada al edificio, me encaré con él:
-¿Qué quieres ahora?
-Yo...
-Eh, Jack, vamos dentro-dijo uno de sus amigos al pasar, entrando en aquel momento.
-Eh... Vale-dijo, siguiéndole y dejándome allí, sola e indignada.
Me había llamado minutos más tarde, tras enviarme aquel mensaje anoche, pero, desde luego, no le había cogido. Estaba presa de la indignación y la rabia; no cabía en mí de la humillación. Me había dignado a dirigirle la palabra y él se había ido con uno de sus amigos sin más, ignorándome tan llanamente. No resistí el impuslo de mandarle un mensaje:
"A solas conmigo, estás triste y arrepentido, incluso finjes que enamorado... Con tus amigos, no existo. No sé si Kath lo soportaba, pero yo no voy a hacerlo. Si ya no te hablaba, ahora que sé cómo eres, lo haré menos que nunca, ¿de acuerdo? Y ni se te ocurra venir llorando a pedir perdón, porque no va a colar".
Con un mensaje tan largo, debía haberme dejado una pasta, pero valió la pena. Al cabo de cinco minutos recibí la respuesta.
"¿Qué quieres que diga? Tienes razón".
Y no pensaba pedir perdón, o cambiar las cosas... Típico. Debí imaginarlo.
Sinceramente, estaba harta de los chicos.
A la hora del recreo salí con Sharon, como siempre. Charlamos de esto y aquello, pero no le dejé tocar el tema de Jack y Chris. No sabía nada de los últimos acontecimientos, y yo no me sentía con ánimos para contarlo.
-¿Has estudiado para el examen de química?-me preguntó.
-Ojalá... pero no he tenido tiempo.
-¿Por qué? ¿Qué hiciste ayer?
-Ver la tele-me reí.
Ella se quedó callada.
-¿Pasa algo?
-Viene Jack, Courtney.
-Que venga y haga lo que le plazca-dije, con más indiferencia de la que sentía.
Él se acercó a mí y se me quedó mirando. Noté que la gente nos observaba estupefacta-¡Jack Stevens hablando con esa chica del libro, que era de tercero!-, pero él no parecía notarlo.
-¿Quieres algo?-le pregunté al fin.
-Sí... ¿Te importa, Court, si te pido una cosa?-me dijo.
-Depende de lo que sea.
-¿Me dejas quedar mal delante de todos mis amigos, que todos hablen de mí y de lo raro que me he vuelto gracias a eso? Si lo hago, solo quiero hacerlo contigo-explicó.
-No. Te aseguro que puedes quedar mal solo, lo has demostrado en más de una ocasión-le respondí fríamente, sin ver a lo que se refería.
-Pero...
-Que no. No siempre es no, y punto. Deja de insistir, ¿vale? Sabes que solo es culpa tuya.
Me fui, acompañada de Sharon, que me seguía sorprendida y en silencio. Traté de seguir la conversación, pero no dio mucho resultado. Ambas estábamos pensando en lo único de lo que no debíamos hablar, en Jack.
Mientras intentábamos buscar algo de lo que hablar, noté que alguien me tiraba una piedrecita o algo así a la espalda, y me giré enfurecida.
-¿Pero qué demonios...?
De nuevo, Jack interrumpía mis frases. Con un beso, claro. Una agradable forma de interrumpir. No fue como la última vez-un beso lleno de furia, de autoridad-, sino algo totalmente distinto. Sus labios presionaron los míos con suavidad, y al ver que no parecía dispuesta a separarme, tampoco lo hizo él.
Y es que ahora no quería separarme. Aquel beso era distinto: delante de todo el mundo, sin miedo, lleno de... de todo. Mis brazos se cerraron en torno a su cuello, y me sentí como si estuviera de nuevo en verano, con el olor salubre en el aire y el picor de la arena en mi piel. El tiempo se detuvo, y no sabía si los segundos parecían siglos o los siglos, segundos. Éramos él, yo, nadie más. Felicidad serena, como una niña que, tras un día agotador, se hunde en el regazo de su madre y, aliviada, duerme.
Nos separamos entonces, y le miré a los ojos. En mi expresión no había asomo de la anterior frialdad, de ironía, de enfado: todo era alegría.
-¿Ves como no soy lo que creías, tonta?-dijo él, abrazándome.
Comenzaron a estallar las risas, los silbidos y los aplausos esporádicos entre los alumnos que, sorprendidos y burlones, observaban la escena.
Hundida entre los brazos de Jack, nada me importaba ya.
Nada, excepto los ojos castaños que me dirigían una mirada de reproche.
Me sentí como si los brazos que me rodeaban se hubieran convertido, de pronto, en los de un extraño.
¿Cuándo iba a acabar para mí toda aquella locura? ¡Sólo debía escoger a uno, a uno!
Pero... ¿a cuál?
Buaaf Mónica! Impresionante :')
ResponderEliminarAWWW no sé no sé, Jack suma un punto a favor, pero ya veremos en el próximo capítulo porque seguro que haces algo para que Chris quede bien también.
ResponderEliminarGirl