Capítulo 13: problemas... ¿de amistad?

(del diario de Paula)

Al día siguiente fui al colegio con las emociones contenidas que sólo había sentido en Internet hasta entonces. Todas mis dudas sobre mi aspecto, mi carácter... se desvanecían. Todo volvía a ser como cuando era pequeña, más sencillo... Dani me subía la autoestima. El día anterior había sentido sensaciones jamás hasta entonces vividas... Como con Mark. Siempre lo pensé: Nacho apenas era un borrón en mi mente... y es que poco a poco me daba cuenta de que el juego de internet había sido malo para mí, nocivo, destructivo. Sobre todo-ahora lo veía-con mi amiga Mónica. La había perdido casi por completo. Y quería recuperar esa amistad.
Así que fui al colegio llena de sentimientos contradictorios, que se enredaban en mi mente y complicaban la lógica sencilla de mi mundo desde la tarde anterior, colorido y perfecto. Me encontré con Mónica en el descansillo, a punto de entrar en clase. Fui hacia ella y la saludé tímidamente.
-¿Qué pasa?-me dijo bruscamente, cerrando la puertecilla de su taquilla con enfado.
-Quería hablar... es que últimamente no hemos estado mucho juntas.
-No me dirás que ha sido por culpa mía-respondió ella, escéptica.
-No... sé que ha sido por mi culpa, y lo siento. Verás, es que he descubierto un juego...-le expliqué, comenzando a entusiasmarme.
-Aunque seguramente ahora no tendrás mucho tiempo para mí-me interrumpió sin contemplaciones.
-¿Por qué?
Estaba confusa. Pensaba que conocía a Mónica; y pensé que se alegraría de que volvierámos a estar juntas como siempre. Y sin embargo, parecía tan distinta...
-¿Te crees que no lo sabemos todos? Lo de que te has enrollado con Dani.
-¿Pero qué dices? Yo no me he enrollado con él. Sólo hemos hablado, y...-respondí. No sabía cómo explicarlo. No salíamos aún, pero extraoficialmente... sí, o eso suponía. Y ahora resultaba que todo el mundo creía que nos habíamos enrollado. ¿Cómo había podido suceder?
-Eso es lo que se oye por ahí-respondió Mónica.
-Pues no es verdad.
-A mí me da igual, así que ve a contárselo a quien le importe-respondió ella furiosa.
-¡Pues eso es exactamente lo que voy a hacer! ¿Vale? ¡Para que te enteres!-le grité. Un par de alumnos se giraron a mirarme.
-Haz lo que quieras.
Su indiferencia me sacaba de mis casillas, así que me fui hacia clase, rabiosa, resoplando. No podía creer apenas que aquella mañana hubiera estado tan contenta. Entré en el aula, y vi que Dani me esperaba con su amplia sonrisa.
Aquel momento, por desgracia, no estaba para sonrisas...
-¿Cómo has podido decirle a todo el mundo que ayer...? Bueno, ya sabes. ¿Qué has hecho?
-Yo no he hecho nada. ¿De qué hablas?-dijo él con sorpresa.
-Como si no lo supieras. ¡Le has dicho a todo el mundo que nos hemos enrollado, cuando eso no es ni de lejos la verdad!
-¿Qué dices?
-Lo que oyes. No quiero volver a hablarte nunca, ¿vale? ¡Nunca más! Pensaba que lo que me decías iba en serio por una vez... ¡pero ya veo que siempre serás el mismo niño inmaduro!
Me fui corriendo de clase. Aquel día no pensaba ir al colegio. Salí del edificio corriendo, cruzándome con profesores y alumnos, y terminó en el parque en el que el día anterior Dani y yo habíamos hablado.
Había pensado que había algo...
Entonces me senté en un banco de madera y lloré, lloré como nunca antes.