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viernes, 22 de abril de 2011

La pasión: un regalo, una inscripción y un amor infinito

Hoy, los cristianos conmemoramos el día de la Pasión y Muerte de Cristo. Jesús murió un viernes a las tres de la tarde, en el Calvario, clavado en una cruz y coronado de espinas. Le habían condenado a muerte por decir que era el Hijo de Dios. El emperador que le condenó, Poncio Pilato, realmente no creía que él tuviera que ser condenado a muerte, y por ello le preguntó si él era el hijo de Dios, para intentar salvarlo. Él pudo salvarse, pero no lo hizo... dijo la verdad, porque Él no quería salvarse. Quería salvarnos. A todos: blogueros, tuentiadictos, desde el parado más pobre hasta el banquero más rico. Desde su madre, que estaba al pie de su cruz, compartiendo su dolor, hasta todos aquellos soldados que le fustigaban con látigos hasta hacerle sangrar. A ti también, claro. Y a mí. 
Poncio Pilato-el susodicho emperador-hizo escribir una inscripción sobre la cruz: El rey de los judíos. Los sacerdotes que habían conseguido la condena de Jesús le dijeron: "Cambia la inscripción, y que ésta diga: El que decía ser el rey de los judíos". Pero Pilato les contestó: "Lo escrito, escrito está". Él no pensaba que Jesús estuviera mintiendo. Sin embargo, no tuvo el valor para defenderle de la muerte. Aun así, estoy segura de que un gesto como éste le hubiera llevado directo al cielo. 
Jesús estaba con las manos clavadas con clavos en la Cruz, con un hombro dislocado, la cabeza sangrante por culpa de la corona de espinas que le habían puesto. Su madre, María, compartía sollozando todo su dolor. Imaginaos que vuestra madre tiene que veros en una cruz: la Virgen María tuvo que sufrir ese tormento, un viernes, a las tres. A su lado, uno de los amigos de Jesús, llamado Juan, consolaba a María. Jesús todavía tuvo tiempo, moribundo como estaba, para hacer un último regalo a la humanidad, y, mirando a su madre, dijo: 
-Madre, aquí tienes a tu hijo. 
Al decir esto, señalaba a Juan. Y enseguida le dijo a éste:
-Hijo, aquí tienes a tu madre.
Gracias a estas palabras, ahora millones de personas pueden llamar Madre a la Virgen María. Porque Dios, con todo el amor que le caracteriza, nos la dio como Madre. A todos. Como he dicho antes: a ti, y también a mí. Yo ya la quiero. Tanto como quiero a Jesús. ¿Les quieres tú? 
No sé si les querrás, o creerás en ellos. Pero Jesucristo fue capaz de dar la vida por nosotros, por toda la humanidad. Tanto si crees o no que resucitó-ahora no voy a dar pruebas, aunque las haya-, por cualquiera puedes saber que existió y murió sin que de sus labios escapara un solo insulto o amenaza a sus asesinos. Me quiso, y te quiso. Por eso, cuando la gente se queda sin amor, o sin compañía, o cuando se enfrenta a la muerte por primera vez, muchas veces descubre a Dios. 
No esperes a esas situaciones. 
Encuéntralo ahora.
Ha muerto por ti... ¿qué vas a hacer tú por Él? 
Que le quieras es suficiente.

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