Esperaba en el porche de casa de Jorge, a que viniera Alexis. Imaginaba que llegaría un poco tarde, debido al tiempo que dedicaba por lo normal al maquillaje y al vestuario. Sabía que aquella noche quería estar perfecta, porque sabía que intentaba que mi atención recayera sobre ella. Era guapa, no lo negaba, y también la chica que acaparaba las fantasías de los chicos de mi curso y los dos siguientes. Aun así, en mi otro instituto había muchas chicas como ella... y había salido con todas. Lo haría también con Alexis, claro. Un poco de diversión y luego romperle el corazón. Tampoco le pasaría nada. Las chicas como ella pasaban de los chicos en realidad, por lo que sólo recibiría una buena lección de orgullo, ¡y qué bien le vendría! Yo había recibido la mía con Paula... sólo que no estaba dispuesta a dejar pasar a esa estúpida chica sin dejarla por los suelos a ella también. Lo necesitaba. ¿Por qué salía con el ñoño de Dani? Antes había sido el mejor de su clase, el más popular... pero entonces decidió salir con Paula, y llegué yo. Eso hizo que gran parte de su popularidad decayera. Sin embargo, no parecía importarle mucho, y eso aumentaba más aún mi furia...
-Eh, guapo-dijo Alexis, que de pronto estaba a mi lado.
Llevaba un corto vestido azul oscuro, de tela brillante y llamativa. Su cabello estaba suelto y sus ojos relucían, destacados por sus pendientes largos.
Le di la mano, con ganas de pasar un buen rato.
-¡Nachete!-exclamó Jorge al verme, y observó a Alexis largamente, soltando un silbido-. Veo que has venido bien acompañado... como siempre, claro. Tienes suerte, guapa, ¿lo sabías?
Ella pareció molestarse por el comentario, y respondió, agarrándose a mi cintura:
-Quizá sea él quien la tiene.
-Por supuesto, pero Nacho siempre la ha tenido-concluyó Jorge, guíñándole el ojo y despareciendo entre la multitud.
-Vamos a bailar-me propuso Alexis.
Seguía cogida a mi cintura, por lo que puse mis manos sobre las suyas y comenzamos a bailar una canción lenta. Algunos se habían emborrachado nada más empezar la fiesta, y ya decían palabras inconexas, riéndose como tontos. Yo pensaba aprovechar mejor el tiempo.
Me incliné hacia Alexis y la besé durante unos minutos. Al principio, ella se sorprendió de mi rapidez, pero pronto me devolvió el beso, poniendo sus manos en mi espalda, y estuvimos así, a la vista de todos los presentes, toda la noche, como si fuéramos una pareja llena de amor. En su caso, era pasión y presunción. En el mío, el simple deseo de querer pasarlo bien...
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